PRÁCTICA DE LA ALEGRÍA Por: Leticia Aldax

El cuerpo y los canales sensoriales son, desde distintas corrientes filosóficas y religiosas, un camino para la búsqueda de la interioridad y la espiritualidad. Desde esta mirada, no puede haber escisión entre cuerpo y alma.
Dicha ligazón nos constituye, y funda el encuentro profundo al que puede accederse con la práctica de la eutonía, que convoca a la toma de conciencia corporal, y la búsqueda del desarrollo de la sensibilidad, esto es, la capacidad de sentir propia de los seres animados (del latín anima, alma); sentir los estímulos de la propia interioridad y del entorno. Se trata de experimentar lo sagrado que nos habita a través de la maravilla de la percepción sensorial consciente y el disfrute del propio cuerpo. Este modo de vivir lo corporal y lo sensorial, conlleva un gozo real, no superficial o ficticio, y puede ser el camino de acceso a la interioridad, que se vincula con el contento. Esta palabra proviene del latín contentus, del verbo continere, contener-se, tener-se a sí mismo. Estar satisfecho íntimamente, a través de las circunstancias vitales, como repetía agradecido San Alberto Hurtado (1901-1952): “contento, Señor, contento”.
La alegría o contento no es un estado, sino una actitud vital, punto de partida para muchas tradiciones hacia la felicidad o el encuentro del sentido de la vida. Y esa actitud vital, puede ser cultivada intencional y conscientemente, con su práctica. Esa práctica de la alegría en lo cotidiano y en la vincularidad, se manifiesta en la flexibilidad, la capacidad de adaptación a lo que la vida nos trae —que no es resignación, ni acomodación, sino aceptación gentil de lo que es y agradecimiento—. La eutonía estimula esta actitud desde lo corporal, en la experiencia de moverse libremente, con diferentes ritmos, al vivenciar la fluctuación del tono, danzar solo, o en contacto con otros, adaptándose a otros ritmos y tonos, respetando el propio. “Sé vivir en la pobreza y sé vivir en la prosperidad” (Filipenses 4-12) ¡Bailar con la música que nos toca!
La disposición vital referida, también implica la posibilidad de soltar, no ofrecer resistencia a lo que es, la no-acción (wu-wei, del taoísmo) que en eutonía es la experiencia de la pasividad. El aprendizaje invita a no oponerse a los sucesos, con fuerza y desgaste inútil; a estar atentos y modificar aquellos hábitos conductuales y emocionales de querer poseer, de controlar todo, y de no querer perder nada.
Confiar en los procesos, aquieta la ansiedad y el temor.
Otro aspecto de la práctica de la alegría que puede cultivarse con la eutonía, es el registro corporal con atención y conciencia, de los hábitos posturales que conllevan una actitud de cierre ante el mundo, los otros y la vida. Y paralelamente, explorar conscientemente, posiciones de apertura corporal, chequeando sus efectos en la emoción y la vincularidad. Más profundamente, este registro puede llevar a un darse cuenta del grado de apertura mental propio, observando las propias cerrazones, obstinaciones e intransigencias…
El dolor, la tristeza, la soledad son maestros de vida, pero también la alegría, el gozo y el contento traen aprendizaje.